Por la Vida y los Valores, el partido revelación de las últimas elecciones provinciales en Misiones, atraviesa una fractura interna que amenaza con desdibujar su protagonismo político de cara a los comicios nacionales de octubre.
Con un 19% de los votos en su haber, la fuerza opositora que sorprendió al ubicarse como tercera opción en la provincia hoy está dividida en al menos cuatro sectores irreconciliables. La implosión se aceleró tras una tensa reunión en Aristóbulo del Valle, donde afloraron acusaciones de traición, egocentrismo y ambiciones personales sin control.
La disputa por el control político
El punto de quiebre surgió alrededor de Ramón Amarilla, expolicía y actual diputado provincial, cuya irrupción política estuvo marcada por su reciente detención preventiva por sedición y su sorpresiva elección legislativa.
Tras su liberación y ascenso, Amarilla consolidó una alianza con Germán Palavecino —también exuniformado— para lanzar una nueva estructura electoral que buscaría posicionar a este último como candidato en las legislativas nacionales.
Sin consultar a quienes lo impulsaron inicialmente, Amarilla avanzó en negociaciones con sectores del PRO y la UCR, desatando un conflicto interno que hoy tiene consecuencias mayúsculas.
Miguel Núñez, ex PRO y uno de los principales armadores del fenómeno electoral, junto con sectores religiosos que apoyaron la candidatura de Amarilla, se sintieron desplazados y traicionados. «Ramón jugó solo, se olvidó de quienes lo ayudaron a ser diputado», trascendió desde su entorno.
Reunión fallida y fractura definitiva
El pasado martes, en Aristóbulo del Valle, lo que debía ser una instancia de diálogo terminó como una batalla verbal. Participaron referentes de los cuatro sectores en disputa: el dúo Amarilla-Palavecino; Miguel Núñez; Walter Ríos, apoderado legal del partido; y Claudio Katis, abogado que también compitió en junio.
La discusión escaló rápidamente, entre reproches de ingratitud, acusaciones de personalismo y reclamos por el rumbo del espacio. Tras ese encuentro, cada grupo quedó libre para avanzar con su propio armado.
La situación se tensó aún más tras una visita de Amarilla y Palavecino al Congreso Nacional, donde fueron recibidos por el senador del PRO Martín Goerling. La foto y el discurso ofrecido allí fueron considerados una traición por sus antiguos aliados, que aún esperaban recomponer la alianza original.
Cuatro caminos, un mismo objetivo: el voto opositor
A partir de esta ruptura, Por la Vida y los Valores dejó de ser una estructura unificada. Amarilla y Palavecino intentan capitalizar el «efecto 8 de junio» con una nueva alianza opositora junto al PRO y la UCR, mientras que Miguel Núñez prepara el relanzamiento de su espacio.
Walter Ríos, en tanto, busca sostener el sello legal del partido con una lista propia, tras acusar al diputado Amarilla de «desagradecido». Claudio Katis, por su parte, apuesta a una estrategia personalista bajo el sello “Social y Solidario”.
Esta multiplicidad de estrategias refleja no solo la fragmentación del espacio, sino también la debilidad de su construcción inicial.
En su origen, Por la Vida y los Valores fue un armado improvisado, con candidaturas simbólicas y un fuerte componente testimonial que priorizó la visibilidad pública sobre una propuesta programática sólida. Hoy, sus integrantes enfrentan las consecuencias de esa fragilidad estructural.
Con un escenario opositor más dividido que nunca en Misiones, el capital político acumulado en junio se dispersa entre disputas internas, alianzas tensas y una falta de liderazgo claro.
De cara a las elecciones nacionales de octubre, la incertidumbre reina en el futuro de Por la Vida y los Valores, un partido que nació con fuerza pero que corre riesgo de extinguirse antes de consolidarse.
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